¿POR QUÉ ENFERMAMOS? (parte 2)

Parte 2 de 2


LA VIRADA…


La visión mecanicista de la salud que direccionó a la medicina durante algunos cientos de años, al parecer ya no es la base filosófica de la escuela de medicina actual, pero aún así, sigue siendo el comportamiento dominante, casi sin excepción en el día a día del atendimiento.
A pesar de que en la definición de salud de la O.M.S. nos acercamos a una comprensión más holística e integral de la persona que enferma; a pesar de que existen innumerable pruebas de la complejidad sico-físico-social, espiritual e histórica de la enfermedad, esta sigue siendo analizada con predominio aplastante de lo biológico, en detrimento de las otras dimensiones etiológicas de la patología, como lo son la emocional, la psíquica, la social y la espiritual, y esto acaba por reducir crónicamente el cono de percepción que nos permitiría comprender mejor a los conceptos de salud y de enfermedad.

Sabemos que la enfermedad no es un ente separado y objetivo, sino que solo existe en quien enferma, en el sujeto, en el ser y este ser es complejo. Sabemos que no es un cuerpo mecánico de piezas substituibles y una mente separada. En la actualidad bien sabemos que no existe aquella dicotomía cartesiana siques-cuerpo, y que en realidad es una unidad completamente interactiva de cuerpo y mente o, como dice el filósofo español Xavier Zabini, un “cuerpo animado” o  “cuerpo espiritualizado”. Este Filósofo dice que el hombre no tiene ni psiquis ni cuerpo físico porque él es psico-orgánico. Es una unidad compuesta de dos subsistemas parciales que interaccionan como un sistema total. Ni la psique ni el cuerpo pueden existir separadamente como un ser.

El  individuo que enferma es una unidad interdependiente de sus aspectos físicos y psíquicos y tanto el diagnóstico como los tratamientos propuestos deberán focalizar en el “Hombre Total”.

¿QUÉ MÁS DEBEMOS TENER EN CUANTA PARA COMPRENDER A LA ENFERMEDAD?

Sucede que si el ser se enferma, aquella “unidad”, aquel “Hombre Total”, habrá de alterarse de alguna forma. Sin embargo, a pesar de que quien enferma es el ser total, la medicina en su trabajo investigativo y diagnóstico le da una importancia desmedida a exámenes de laboratorio y de imagen, en detrimento a la atención que se le dedica al ser como un todo.
Jamás se considera a la enfermedad como a algo propio de la personalidad, asociada a su individualidad y a la forma única en que ese ser percibe su existencia y así, el o los desequilibrios que presente podrán estar pautados por su desequilibrio interior, por sus propias dificultades de adaptación a la realidad; de adaptación a su mundo interior.


Es más. Debemos ver que al observar el equilibrio del “Hombre Total” debe tenerse en cuenta, además del equilibrio físico-orgánico, la forma que él descubre para relacionarse con el mundo exterior. Ese ser total vive en este mundo, experimenta este mundo y entonces no se puede dejar de tener en cuenta esa relación, ya que ese mundo también le influenciará.
Por último, el ser total deberá estar en equilibrio interno, con el mundo exterior y con su circunstancia.

No es en vano la afirmación de que cada ser, es autor y actor de su mundo.

Por lo tanto, cualquier tentativa de intentar comprender el problema de salud o de enfermedad del ser, se verá frustrado si lo hacemos dividiendo o separando el cuerpo de la mente, y de esa manera fragmentando al “ser total”. Cualquier tentativa de analizar al ser que no sea como un ser único e integrado a su mundo y a su circunstancia generará una idea parcial y unilateral, que llevará a conclusiones fragmentadas e incompletas así como a terapéuticas erradas o, mínimamente ineficientes.

Así como en la siconeuroinmunologia, presentada por el Dr. Mario Santos Moreira en su libro del mismo nombre, creemos que la mayor parte de las veces en el proceso de enfermar, existe una predisposición psico-orgánica. Entre las variables que determinan las posibilidades que tenemos de enfermar existen algunos niveles homeostáticos individuales, propias del ser, producto de la desadaptación a las circunstancias por estrés que abren camino a los más diversos estados patológicos.

Emociones como tristeza, rabia, odio, sentimiento de pérdida, fallecimiento de hijos o conjugues, pérdidas materiales, frustración, etc.,… son verdaderos detonadores e de hecho extremadamente comunes durante el advenimiento de la enfermedad.

Entonces… recapitulando un poco:
Para comprender al proceso de enfermar necesitamos al individuo que va a enfermar y necesitamos al facilitador que genera o posibilita la enfermedad.
El individuo puede ser que adquiera la enfermedad o puede ser que ya nazca con problemas de salud. Por lo tanto, la enfermedad puede ser genética o adquirida.
Si nacimos saludables, puede ser que si enfermamos, las causas sean el estilo de vida o las condiciones del medio.
Entendiendo como factores que influencian en el estilo de vida a los hábitos alimenticios, consumo de alcohol/ cigarrillos/drogas, tipo y horario de trabajo, actividades físicas o vida sedentaria, vida sexual, recreación, relacionamiento familiar y afectivo, religiosidad, escolaridad, posición social, etc.,… Mientras que los factores que influencian en relación a las condiciones del medio serían las alteraciones climáticas, las condiciones sanitarias, la polución, etc.,…  
Tanto el estilo de vida como las condiciones del medio en que vivimos influencian determinantemente en nuestra salud Pero lo hacen de formas diferentes.

Como un comentario a parte podemos encontrar quien piense que un simple accidente puede ser facilitador de la enfermedad y otros creen que al no existir la casualidad y si la causalidad, no existirían los llamados “accidentes” y estos serían no más que un conjunto de eventos que existen para un fin no lineal, ni simplemente comprensible.

Pero para continuar con la recapitulación, vimos que el ser total es más complejo y dinámico y posee facetas biológicas, sicológicas, espirituales y energéticas que serían los “ladrillos” que le edifican, en completa interacción dinámica y que lo definen como existencia en relación al mundo en el que existe y en relación a su circunstancia.

Pero aún no es todo.

Cada ser total posee su sistema de creencias, sus valores, su ética, su estética, su propio nivel de compromiso, sus prioridades, etc.,… y muchas otras características que interactúan, ampliando, expandiendo, multiplicando y generando estados físico y emocionales que caracterizan su mundo y sus circunstancias y, según estas características personalísimas se articulen será que ese ser total demostrará resiliencia o no, demostrará adaptabilidad positiva o no que acabarán determinando las tendencias patológicas dominantes. O sea: Determinarán las posibles formas que ese ser tiene para enfermar.




Si queremos comprender la salud desde la naturología podemos decir que la Naturología se basa en la certeza de que el estado normal del cuerpo es la salud y que la fuerza que nos proporciona la salud es la misma que nos da la vida, por lo que vida y salud, son conceptos equivalentes. Estar saludables es lo normal. Es lo lógico. Nuestra fuerza vital, nuestro ser posee memoria de salud en cada célula y en cada tejido, así como en cada pensamiento o en cada estructura energética. Nuestros conceptos y valores, nuestra ansiedad, nuestras angustias, así como las más diversas vicisitudes experimentadas desde el período prenatal (o desde vidas anteriores) son los factores que desvían o inclusive obstruyen el fluir natural y vital de nuestro ser generando enfermedad. Así, la retirada de esas “obstrucciones”, la corrección de malos hábitos, posturas y costumbres, la desintoxicación de tejidos y la recuperación funcional y claro…, el reequilibrio emocional, la ponderación así como la verdadera comprensión de nuestro lugar en el universo, operan cambios profundos de manera simple retirando las bases de la enfermedad y dándole al organismo y al ser como un todo la posibilidad de reequilibrarse y volver al estado natural que es el estar saludables.  

Para enfermar necesitamos que el natural equilibrio en el que deberíamos existir se rompa. Y esa ruptura pocas veces ocurre de un momento para otro. Vamos creando la enfermedad, vamos cediéndole espacio. Dejamos para atrás medidas simples porque aceptamos la propuesta de nuestro ser más íntimo en desequilíbrio y nos sumergimos en emprendimientos que confirmen “nuestra” personalidad o que magnifiquen partes de ella por haber construido nuestro ser, nuestra personalidad, nuestra concepción de vida y de “éxito en la vida” de forma deficiente y precaria, muchas veces, por los malos consejos, por las cirucunstancias y fundamentalmente por los malos ejemplos en momentos determinantes de nuestra infancia.

Tenemos recursos (o deberíamos tenerlos) para corregir nuestras carencias y los aspectos negativos de la personalidad. Hay personas con mucha resiliencia. Seres que cuando atraviesan periodos de dificultad emocional, física o social consiguen sobreponerse, e incluso salir fortalecidos. Otros en cambio sucumben o resisten de forma débil o ineficiente los embates más duros de la vida. Pero una vez que conseguimos experimentar la vida sin tanta presión, experimentándola sin tanta aprensión, sin tanta negatividad, sin tantas expectativas grises, traumatizadas, podemos edificar con un poco más o con un poco menos de ayuda, una base saludable y equilibrada para llegar a la salud, integralmente.

Diciéndolo de una forma diferente, “enfermamos cuando nos olvidamos de nosotros mismos”.
Si.
Enfermamos cuando dejamos de ver lo que es esencial para nuestra vida. Cuando hacemos elecciones equivocadas. Desde aquellas elecciones más simples, hasta las más complicadas. Cuando decidimos comer según el gusto y no según lo que significa alimentación; cuando no tomamos agua porque no sentimos sed a pesar de que todos nos dicen que deberíamos hacerlo; cuando decidimos ser perfectos en todo y nos exigimos ser los mejores olvidando que no es posible la perfección y nos conducimos inexorablemente al agotamiento físico, mental y emocional; cuando le decimos que si al chantaje emocional; cuando asumimos que podemos evitar que los otros sufran a pesar de que ellos tomen desde siempre decisiones equivocadas sin pedirnos permiso; cuando vamos a una fiesta y creemos con absoluta convicción que divertirse es agredirse con bebidas y alimentos calóricos y gorduras; cuando nos zambullimos en el trabajo, con horarios extensos, sin tiempo para comer o relajar simplemente para no pensar en cosas “difíciles” (pero fundamentales) de nuestra vida…


Hay muchas formas de olvidarnos de nosotros mismos y cuando dejamos de ser nosotros para pretender ser otra persona o cuando dejamos de prestar atención a nuestras necesidades para atender a las necesidades de los demás, o pasamos a vivir una vida que no es la nuestra, de apariencias, remando contra la corriente de nuestra propia existencia… bien… allí, en ese momento, es cuando comenzamos a enfermar. Nos olvidamos de lo que es fundamental y esencial. Nos olvidamos de nosotros mismos.


Notas finales: 

  • Para aquellos que gusten mucho de explicaciones científicas, les recomendamos la lectura de materiales sobre Siconeuroinmunidad
  • Otra forma de ver la salud y la enfermedad de gran profundidad y acierto es a través de los conceptos de la MTC (Medicina Tradicional China) y de su base filosófica.
  • Espiritualmente, la visión Kardesista crece y se difunde con acierto y con la participación organizada de la comunidad médica espírita y con la guía de médicos descarnados.

Buenas lecturas.
Mucha luz.
Abrazos a todos.

Daniel H. Della Valle Cauci.

Parte 1
 

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