IRIDOLOGIA CONSTATA LA PÉRDIDA DE SALUD GENERACIÓN A GENERACIÓN


En la postage anterior, hablábamos de holística como un grande concepto al cual de a poco se va adhiriendo. Es una cuestión, digamos que de sentido común (una vez más el viejo y querido sentido común).

Bien. Es esa visión más amplia la que nos permite incluir en el conjunto de elementos que manejamos para llegar a “conclusiones evaluativas” (cuando las conclusiones evaluativas son hechas por médicos se llaman “diagnóstico”), síntomas y señales tanto objetivas como subjetivas que comúnmente en la práctica médica no son tenidas en cuenta. Y agreguemos que, en algunas ocasiones, esos elementos son los que realmente permiten entender y dar respuesta a los estados de desequilibrio.

A través de la Iridologia aprendemos a “ver” los desequilibrios, las disfunciones, los órganos que están en disfunción, débiles, el carácter ácido o alcalino de las toxinas acumuladas, la sobrecarga de órganos y tejidos en relación a exceso de toxinas, falta de oxígeno e estados inflamatorios o crónicos, así como podemos ver los estados tensionales y la forma en que estos afectan al sistema esquelético-muscular y al sistema nervioso. Vemos también señales que solo existen por existir desequilibrios emocionales o inclusive resultantes simplemente por ejercer día a día  su propia personalidad[i], la que, por algún motivo quedó congelada en relación al reloj biológico y genera disfunciones y tensiones absolutamente innecesarias.
Iris com exceso de toxinas y con señales de tensiones y rigidez comportamental.
 
Podemos observar estas particularidades en cada persona que nos consulta y pensar que cada uno de nosotros es un “universo” y por tanto diferente a los otros y dejarlo por allí. Pero también podemos “atar las puntas” y tejer una trama más interesante, que nos permita entender otros hechos de ese ser en particular y del conjunto de la sociedad.

Eso se da por ejemplo cuando observamos los iris de una familia. Mejor aún cuando observamos los iris de tres generaciones y podemos ver las continuidades y discontinuidades de las señales iridológicas.

¡Es muy interesante!

Después de ver muchos iris, vimos como algunas disfunciones parecen ser heredadas. Evidente que si vemos los problemas orgánico-funcionales en las señales iridológicas y vemos que en tres generaciones los iris son parecidos, es porque comparten características orgánico-funcionales. Y algunas de esas características son realmente heredadas. Pero después viendo con más detalles vimos que en realidad no siempre se trata de herencia y en algunos casos de formas de interaccionar con la realidad aprendidas, elementos de la personalidad que surgen del aprendizaje de los primeros años y que se incorporan a aquella justamente cerca de los 6 forma paulatina…

Otra cosa que hemos constatado a través de los iris, es lo que nos lleva a este artículo.

La pérdida progresiva de salud generación a generación.

Hace 25 años atrás, cuando comenzamos a utilizar la iridologia, ya era difícil encontrar iris sanos, sin toxinas, sin disfunciones… digamos que en equilibrio. Pero a veces surgía algún cliente al que le decíamos que estaba todo bien, dándole alguna recomendación en términos de alimentación pero sin necesidad de tratamientos. Esto porque los iris nos decían que estaba todo funcional, que había buen equilibrio neurovegetativo, que los índices de vitalidad estaban dentro de lo normal, inclusive manteniendo buenas reservas minerales.

Cuando llegué a Brasil, recuerdo de haber visto los iris de una señora de 83 años, de herencia alemana, que vivía en un morro, en Jaraguá do Sul. Ella vivía descalza, trabajando la tierra y cuidando de sus animales. Solo sonreía. En aquel entonces aún no fotografiaba los iris y esa es mi lamentación hasta el día de hoy. Son los iris más limpios y en mejor equilibrio que recuerdo haber visto. E increíblemente, su alimentación no era de las que podríamos llamar de sana en términos preventivos…
 
Pero los iris de su hija, de 60 años, ya no eran la misma cosa. Estaban cargados de toxinas acidas y de toxinas propias de disfunciones en el hígado.

En aquel entonces eso me llamó la atención… pero quedó allí.

En los años siguientes consulté muchas familias enteras y fue fácil constatar como existe un deterioro de la salud constante y para nada despreciable, en generaciones sucesivas. Por falta de tiempo no he seleccionado fotografías que ilustren este hecho, pero es una tarea que dejo pendiente y una promesa a cumplir. Pero las diferencias no son pocas. Son tan evidentes que todos pueden verlas en las imágenes irídicas.

En iris de abuelos, padres e hijos son evidentes estas diferencias en impregnación de toxinas, en la trama iridiana,  en reservas de minerales e inmunidad como en trazos señalizadores de estrés y de angustia.

Esos abuelos desayunaban a las 4 de la mañana, antes de ir a ordeñar a sus vacas, de alimentar a sus animales, de buscar el “trato” (comida de las vacas), y de carpir sus sembrados, sendos tazones de café sin colar (con borra y todo), a veces con leche de la vaca (gruesa en gordura), con una o dos tajadas de pan de maíz con una camada de aproximadamente un dedo de grasa de chancho por cima. Y almorzaban todo los días carne de olla, cocinada a fuego lento mientras transcurría la mañana…
 
¿Se imagina Usted Con un desayuno como ese?

¡Al tercer día nuestro hígado estaría pidiendo socorro! (Por lo menos el mío)

La mayor diferencia se constata en los menores… en los más chicos de la familia. Es común observar que con pocos años ya no es posible observar el color original del iris. Ni siquiera en un pequeño sector. En ellos podemos observar una coloración básica de grises oscuros, sobre el que se establece un disco amarillento de toxinas hepáticas y una corona anaranjada a nivel cerebral indicando  toxinas renales. Situación que nos deja, desde el punto de vista preventivo sin nada para hacer. Nos deja con un largo camino de desintoxicación hasta conseguir la reacción funcional de órganos y tejidos que, a esa altura de la pérdida de salud, dependerá casi que exclusivamente de los cambios en la alimentación y de los usos y costumbres de la familia.

Las causas de todo esto son varias.

Las responsabilidades también. Pero nos engañamos si pensamos que la pérdida de salud generación a generación es solo consecuencia del alimento industrializado y de los problemas sociales que enfrentamos en esta sociedad moderna. Eso sería ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el nuestro. Eso sería mirar a los otros y no mirar nuestras propias actitudes.

Veamos el caso de estas tres generaciones:

Los abuelos comiendo lo que la tierra les daba, con un índice de vitalidad generoso, comiendo alimentos pesados de difícil digestión y realizando un enorme desgaste físico, pasaron la herencia debilitada a sus hijos. Estos comenzaron a sufrir el estrés propio de las familias de colonizadores (es la realidad de Santa Catarina, Brasil, en donde ejerzo, pero podría trasladarse a las otras realidades, las realidades de diferentes lugares del planeta sin dudas). Continúan su vida con una alimentación pobre y una explosión latente de ansiedad delante de cada instancia difícil de sus vidas. Y sus hijos, que comienzan su vida con una estructura que sus padres no tuvieron, con muchas opciones de alimentación y toda la tecnología casera al alcance de sus manos, y que son (o se transforman) los reyes de la casa. Ellos deciden lo que quieren comer. No quieren fruta, no comen ensaladas, no comen legumbres… solo leche achocolatada, arroz y “feijão”, algo de fideos, no toman jugo de frutas frescas y si aquel que viene para disolver, mucho refrigerante y claro… muchos “lanches” de comida chatarra, papas fritas, hamburguesas, salchichas (hot-dogs) y caramelos, chocolates y chiclets a voluntad… Nada de ejercicio y excesos de TV e internet (no soy contra en la medida cierta)
 
En esta síntesis no están siendo mencionados explícitamente los elementos de estrés familiar decurrentes de las angustias y carencias de los abuelos, ni las compensaciones afectivas y materiales equivocadas de los padres ni los mecanismos de defensa e instrumentos de poder de los hijos (para mencionar algunos de los procesos que dejamos para atrás) para no extendernos en áreas que harían de este artículo un tratado.

Entonces… ¡claro! Existen elementos registrados y estudiados por otras ciencias, como la pérdida constante de nutrientes en el suelo y el desgaste proporcional al mal manejo de la tierra de cultivo, que hace que nuestros alimentos sean cada vez más pobres en vitaminas y minerales. Existe una polución gritante que contamina suelo, aire y aguas que luego llegaremos a consumir, agro-tóxicos y venenos, radiaciones de las más diversas, y todo el estrés de la vida moderna, la competitividad, la ambición, los deseos de tener y ser. Existen elementos sociales y políticos que nos afectan, como la mala distribución de riquezas, el descaso en la salud, la falta de seguridad, la falta de trabajo y otras tantas injusticias sociales que nos deprimen y angustian de tal forma que muchas veces, por si solas son la causa de nuestra perdida de salud y calidad de vida. Pero existen también un cúmulo de factores que dependen de nuestras elecciones; de nuestro libre arbitrio; de nuestras actitudes; de nuestras preferencias basadas en nuestras propias debilidades y carencias que hacen que sea más fácil llegar a casa con un chocolate para los hijos que con un abrazo y la atención afectiva que necesitan. Tal vez, ni sepamos darles esto último.

Estamos cansados. El niño llora en su cuarto y en la noche porque está con miedo y es más fácil colocarlo en nuestra cama matrimonial que todo el proceso que supone ayudarle a perder los miedos.

Estamos estresados y el juego de los hijos, generalmente juegos imprescindibles para su crecimiento y evolución, nos resultan de lo más intolerables y los mandamos quedarse quietos o peor… nos volvemos ausentes.

Eso e informaciones erradas sobre nutrición, sobre salud, sobre prevención, sobre responsabilidad… Todo hace a nuestra pérdida de salud generación a generación.

Una cosa es segura… esa pérdida de salud generación a generación es un hecho y mucho sino todo depende de un cambio profundo de paradigmas.

  • Los elementos gráficos (fotografías) son para ilustrar y dar un poco de vida al artículo, pero no pretenden estigmatizar ni la vida del campo ni a nuestros niños en general.


[i] Al contrario de lo que se piensa popularmente, la personalidad no es un mecanismo fijo que nos hace ser lo que somos y si un proceso necesaria y altamente dinámico que nos hace ser lo que seremos en cada etapa de nuestra vida.

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