Hace
algunos años atrás, cuando comenzábamos a enseñar Iridologia, dedicamos el primer encuentro, casi
que entero, para explicar a los alumnos en que marco histórico y social se desenvolvería
nuestro trabajo como iridólogos. Dedicamos algunas horas y desafiábamos la
ansiedad natural de los alumnos de hablar sobre iridologia, para exprimir los conceptos
de “paradigma”, de “cartesianismo” y de “holística”.
Eso siempre
fue una dificultad que realmente quería evitar. Llevaba tiempo, los alumnos se
cansaban…, algunos hasta protestaban… No obstante, a pesar de esas “molestias”
siempre mantuve esa temática inicial, porque generaba una conciencia básica
tanto para el nuevo iridólogo como para las personas que allí estaban. Abrir
los ojos a necesidad de un nuevo paradigma pondría un curso mucho más claro y
positivo para cualquier trabajo en la salud natural. Salir de los viejos
conceptos ultrapasados deterministas y mecanicistas nos permitirían ampliar la
base de datos de la cual extraeríamos nuevos conocimientos, nuevas
posibilidades, nuevas actitudes…
Además, los
nuevos conocimientos no sobrevivirían mucho tiempo envueltos en el marco
conceptual del cartesianismo.
En fin, al
explicar el surgimiento del nuevo paradigma, del paradigma holístico,
observábamos que él nacía de la misma crisis del paradigma cartesiano. De la
falta de respuestas que ese paradigma estaba sufriendo y de la crisis de
percepción a la cual conducía. Crisis y más crisis.
Decíamos
que la crisis de percepción sería algo así como el último estado de conciencia
del hombre antes del salto cualitativo que sería alcanzar el nuevo paradigma,
siendo que justamente paradigma es un marco que define todas las formas de ver,
de percibir la realidad en relación al conjunto de informaciones, conocimientos,
creencias y necesidades del ser humano en determinado momento histórico.
Aquella
forma de ver y de percibir la realidad, de explicarla, las reglas de
comportamiento, el marco científico que sustenta toda la filosofía de la época,
es lo que se denomina paradigma. La
crisis de percepción no es más que la crisis del paradigma dominante.
Tal vez,
digo… solo tal vez, hubiese sido maravilloso que ese salto cualitativo fuese al
unísono, de toda la sociedad, de toda la ciencia. Una verdadera utopía. Pero un
salto cualitativo en términos históricos siempre es progreso y según Oscar
Wilde, el progreso es la realización de las utopías… aunque no sea un cambio al
“unísono”. Así que estamos rendidos a ese cambio progresivo ya acepto por
tantas ramas de la ciencia y por tantos pensadores y filósofos. Dentro de ese “reclamo”
por ese paradigma holístico, hoy tenemos a la sustentabilidad, a la
preservación, al reciclaje, a la visión integral de la vida, a la ecología con
sus posturas activas en defensa de la vida, a la conciencia de que habitamos un
planeta vivo al que estamos sofocando sin piedad y al conocimiento ignorado de
que es probable de que ya no exista tiempo suficiente para recuperarlo. Las ciencias
exactas por fuera de lo que es la física clásica, newtoniana, que explica si
una buena parte de nuestra vida, ya se ha convencido de que se puede aplicar el
determinismo, el mecanicismo, el empirismo y la fragmentación a algunas
situaciones; a determinadas circunstancias y dentro de un determinado tipo de
experiencias. Pero no a todas. La realidad en términos de microcosmos y
macrocosmos se explica por otras leyes. Leyes que aunque ya percibidas, están siendo
debatidas y estudiadas. Y nosotros en tanto seres humanos somos una sumatoria
de eventos que surgen en el mismo microcosmos.
Podemos
medir nuestra aceleración, nuestra interacción con el medio, nuestro peso y
altura, ignorando una enorme cantidad de datos de nuestra existencia total.
Pero aunque estaremos obteniendo datos interesantes y útiles para algunas
cuestiones del día a día, la REALIDAD, es que estaremos manejando datos
inexactos, porque somos en cada instante una probabilidad de ser, según lo que
somos desde la visión del microcosmos.
La noción
real del tiempo y el espacio, tan determinante en el conocimiento newtoniano,
cambia desde Einstein, quien descubrió sus relatividades cuando sometidos a las
leyes que rigen al macrocosmos. (No hay que olvidar que Einstein también abrió
las puertas de la física cuántica {microcosmos} con el descubrimiento del “efecto
fotoeléctrico”).
Hoy se
busca ya totalmente fuera del mecanicismo del paradigma cartesiano, una solución
científica que unifique esos grandes campos del conocimiento físico, que es la física
newtoniana, la física cuántica y la física de las grande dimensiones. La teoría
de las cuerdas o teoría de las supercuerdas es la tentativa más sobresaliente.
El cambio
de paradigma no es un hecho que agrade mucho a quien quiere tener todo
dominado, organizado y catalogado. Significa abrir la mente a hechos nuevos, a
nuevas formas de comprender, a nuevos conocimientos que inducen a nuevos
comportamientos, a nuevas actitudes y a nuevas filosofías. Significa abrir mano
de muchos conceptos que hasta ahora han sido la verdad, pero que cada día se
ponen más viejos y obsoletos, sin posibilidad de explicar nuevos
descubrimientos, tanto nuevas como viejas teorías que se daban por absurdas,
simplemente porque en su momento no tenían explicación. Así era fácil tratarlas
con desdén. El salto ya fue dado. Ahora… se sabe que la mera observación del
científico más objetivo puede cambiar el resultado de una experiencia.
No será
hora de percibir la importancia de elementos sutiles como lo emocional, la
positividad, el toque, la oración, las energías canalizadas por las manos, las
formas vibracionales de tratamiento, el alma y lo espiritual, el sincronismo que
supone la concatenación universal y la multidimencionalidad… ?
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